Un mandala es un juego con función lúdico terapéutica.
Un juego sin objetivo explícito.
Abstrae del caótico mundo exterior, al concentrar la imaginación en un objeto que nada exige de las habilidades intelectuales y que enfrenta a la ansiedad generada por el consumo y desperdicio tecnológico, con la sabiduría de lo simple y original.
Es básicamente un círculo, es la forma perfecta, y por ello representa el símbolo del cosmos y de la eternidad, del absoluto.
Desde el Universo hasta el esquema de toda nuestra naturaleza, todos siguen un patrón circular.
Tres principios ordenadores disponen la estructura de un mandala: el punto central, la irradiación desde el centro y la delimitación externa del círculo. El punto central es el ámbito en que nace toda existencia en espacio y tiempo. La emanación, la irradiación procedente del centro tiende hacia fuera hasta el contorno limítrofe, la circunferencia, enlazando lo interno con lo externo y fluctúa, desde la periferia volviendo al centro.
Todo mandala está concentrado en el núcleo, del que todo movimiento parte y al que todo movimiento conduce.
Todo mandala está concentrado en el núcleo, del que todo movimiento parte y al que todo movimiento conduce.